
LUIS EDUARDO AUTE :
LA OBRA DE JESÚS SANZ.
Hay una extraña cualidad que valoro muy especialmente en las obras de arte. Y esa cualidad es, entre muchas otras, la de despertar en el espectador el deseo de trabajar en ese medio de expresión. Eso me sucede con las esculturas de Jesús Sanz. Recuerdo, cuando las vi por primera vez en una exposición conjunta que hicimos en la galería de la Kutxa en Donosti hace ya algunos años, la sensación que me produjeron en el momento de verlas. Y fue esa.
Inmediatamente, cuando volví a mi estudio de Madrid, tenté la suerte de moldear en arcilla pequeñas formas de desnudos a la búsqueda de su cuerpo definitivo en bronce. Y, a la vista de esta muestra de su obra reciente, sigo sintiendo las mismas ansias de trabajar el barro.
No quisiera detenerme, para eso están los eruditos, en las diversas influencias que se detectan en su trabajo. Son claras las resonancias debidas a Lipchitz, Brâncuçi, Giacometti, Gargallo, Moore, etc., que Jesús asume plenamente y sin coartadas. Mi mayor interés reside en esa especial cualidad que ya mencioné antes y, también y sobretodo, en el sentido de humor que mana de casi toda su obra. El sentido de humor es cualidad muy rara en la obra de arte en general. Hay una excesiva "seriedad" en el talante del artista que se pretende trascendente y echo de menos esa clave distanciadora del humor en el arte.
Creo firmemente que no hay inteligencia sin sentido de humor y, personalmente, lo que más aprecio, por lo escaso, es al artista inteligente. Y Jesús Sanz es, en ese sentido, un artista inteligente. Sus esculturas no sólo son experiencias formales sino también juegos conceptuales. Su propuesta es una invitación permanente a la reflexión, pero no a la reflexión sesuda y espesa sino a la reflexión lúdica e ingeniosa. Y eso es de agradecer.
Yo le agradezco a Jesús Sanz ese gran regalo que es su intención de recuperar el humor como uno de los elementos más serios en el acto creativo.
Artículo para la exposición "la puerta del futuro".
